Ella,
pidió por mí,
y yo,
no la merezco,
sé que en su pelo,
están enredados
mis dedos,
y mi perfume,
sé que su corazón,
palpita mis poemas,
no lo niega,
es toda sincera,
sé que en su piel,
están las huellas
de mis manos,
acariciándola,
y en su interior
está mi sangre,
fiel testigo,
de bellas noches,
cuando juntos,
bien amarrados,
gozábamos sin parar,
las delicias del amor,
ayer le dije adiós,
impensada fatalidad
azotó mi corazón,
y lo partió en dos,
hoy ante la cruz,
en el silencio
de la iglesia,
ella pidió por mí.
Víctor Bustos Solavagione