Samuel Santana

Poesía

No es apátrida, pero no tiene patria.

No es huérfana, pero no tiene padres.

No es atea, pero no tiene religión.

No es un dios, pero lo hace todo.

Es sólo eso, poesía.

 

Ella es el pincel y el lienzo de las flores, de los crepúsculos, de los sueños, de las ilusiones, de la esperanza,

de la paz, de la vida, de la muerte,

del pasado, del presente, del futuro, del odio y del amor infinito.

 

Es indetenible y poderosa: hace de la luz lámparas; del sueño castillos; de la muerte una vid;  penetra el corazón del rayo y de los tormentos; sacude la tierra y saca miel; convierte la sombra en amapolas; la claridad en médanos;  el amor en manzana, el odio en cítara;  la guerra en versos; la paz en huevos de palomas grises; lo blanco en tormenta;  cabalga sobre las aguas y las aguas sobre el mar; y en la miseria es almenar: esperanza.

 

Ella desintegra y une las palabras.

La persiguen los significados, pero siempre se les escurre.

Se esfuma como almíbar entre las estrellas.

Y como teme a los esquemas, a la lógica y a los principios, se le atribuye locura prudente.

 

Sabe que lo dicho es poco a  lo existente.

Sus ojos ven más que verde, negro, azul…crepúsculos, pájaros, neblina, volcanes, montañas, cavernas, refracción, bruma, otoño, cristales, cenizas…

 

Con su arte desaliña la materia y los espíritus.

Les da nuevas formas, facultades y funciones.

Mata y alimenta; afea y da moldes; apoca y vive muerta; tumba y  enciende; rompe y canta;  y es lo que quiere la mujer que ama: olvido.