No soy ni soy como Neruda ese que encanta,
pero escribo versos tan tristes esta noche.
No soy ni soy como el Sabina ese que canta,
pero afronto una crisis de quinientas noches.
Mi duro pecho se ha desgarrado dejando
un corazón ajado, roto y dolorido.
Al orgullo van reproches, los voy sacando.
Mi alma partida asimila que la he perdido.
Dolido por el carambazo de su ausencia
persigo las calles de los abandonados.
Roto por el golpe brusco de su ausencia
busco alivio en versos de Borges y Machado.
Se torna el horizonte en un ocaso malva.
Vino su adiós sin despedida, ¡y cómo daña!
No tiene piedad el crepúsculo ni el alba
me han dejado a la intemperie, no me acompañan.
Estoy pensando bastante en su amor perdido,
y a pesar de que empecé a querer olvidarla
no lo consigo; en contraste, lo más sencillo
fue delirar con ser su amor, con invertarla.
En la cornisa el olor, el frío y el viento
me runrunean su nombre en la lontananza.
La noche infinita, el cielo gris y el silencio
deploran mi pena, lamentan mi añoranza.