Su pasión se cubrió con gran mentira
que irradió por un tiempo mi existencia,
me llenó del amor que se transpira
y después apagó su fluorescencia.
Se buscó las caricias encendidas
que otros brazos habían ofrecido,
hoy me pide perdone las heridas
por el cruel sufrimiento padecido.
Al marcharse se fue mi poesía
con sus rimas celestes y ambarinas,
con su ingrata partida dejaría
un desierto cubierto por espinas.
Hoy que vuelve con alas destrozadas
nuestro nido lo encuentra diferente,
y me dice con llanto en sus miradas
que me porte con ella complaciente.
Es inútil que venga arrepentida
ha decirme lo mucho que ha cambiado,
no maldigo su nombre ni su vida,
mas el alma, su amor ha desterrado.
Ya su imagen ha sido bien borrada,
de mi mente, del todo se ha salido;
es la página rota y ya doblada
que una vez la leí tan conmovido.
Autor: Aníbal Rodríguez.