En su oda diaria al alimento
Este es el fruto que más celebra
sin saber todavía que a aquella actriz rubia
le gustaban las blancas.
Sin saber que aún existía
otra delicia,
exquisitez mayor
escondida también bajo tierra.
Quizás porque son tesoros y escasas
o rudas o terrosas,
diminutas y tufosas…
ella las adora.
Y las cocina despacio para luego
saborearlas a igual ritmo. Y piensa en el poder
de la exclusividad,
época nuestra
en que los diamantes
también se comen.
Mientras los cerdos entrenados buscan
con arte y experiencia
delicias que
nunca serán para todos
son tan costosas…
las negras, las blancas
y quizás las rojas
escondidas en las minas
a las que no llegan los cerdos
no son suficientemente
valientes.
Suficientemente capaces.
Para esto hay esclavos
que capturan lo que después masticas.
Y ríes, y echas el chicle
Para volver a comer
Escondida detrás del papel.
Pues no importa…están tan lejos
¿Y si no es verdad? ¿Y si son inventos disparatados?
Mi casa es grande y cómoda,
mi pantalla me separa del mundo injusto que comentas.
Tengo suficientes trufas
con que alimentar A mis hijos.
Mi coche es rápido y mi trabajo estable.
Soy mandrágora en mi propia tierra
pues mis raíces como veis, me delatan.
Mi marido no me abandonará
y las flores crecen en el jardín,
porque las cuidamos.
Y mi psicoanalista me cuida a mí
Y mi familia vale oro.
Así me he currado mi futuro,
a golpe de hoz
Sin deberle nada a nadie
Y mi perro, adorable,
ríe con su enorme lengua
colgando.
Y mi, Mi,
MI
Entendamos la cadena. No te comprendo
No te esfuerces tampoco en hacer que entienda
No quiero
Oír
Ni sufrir
Vine al mundo a vivir por eso
sólo Espero…en vacaciones…
poder al fin
Probar
Las frutas (o eran trufas?) rosas.