Tu amor es un fuego implacable.
Tus pechos sueñan como viñedo de miel
que adormece con bolsitas de nardos y jazmín boreal.
Y es su delicia como antracita de primavera.
La voz de tus labios se enreda en la lozanía del viento,
se acuna entre el huracán y la noche blanca,
resquebraja los cimientos de las azucenas amarillas y afloja las colinas de algodón violeta.
No encuentro refugio ante el ardor de tu piel de leche.
Como fuego devorador me ha cubierto el furor de tu mirada.
Me persigue tenazmente hasta lo recóndito de mi ser,
y ahora mi corazón es silencio ahogado en el vino del muladar.
Estoy como el tamo soliviantado por el humo.
Vivo encerrado en la nube de tu lámpara y
hambriento del crepúsculo de tus racimos vivos.
¿Quién me librara de esta espera opresora?