Voces, voces, gritos.
Allá en la distancia gritan:
¡Dictadura!, ¡dictadura!, ¡dictadura!
Pero todos se hacen
de oídos sordos.
La Bestia se aproxima.
Viene con fuerza de tormenta.
Con furia como de mares violentos.
Voces, voces, gritos.
Silencio…
Las piernas tiemblan,
las manos se tornan hielo.
El miedo nos agarra por
el cuello sin pena.
Vuelven los gritos,
pero esta vez dicen:
¡La Bestia!, ¡La Bestia!
¡La bestia ha llegado saboreando
la sangre de este pueblo!
Los oídos ya no se hacen sordos.
Se tornan sordos.
Y los labios callan.
Y los cuerpos se
tornan fríos.
Entonces vuelve el silencio…
La Bestia nos ha consumido.