Alexander Homs

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Sus labios comenzaron a rozar los míos, y sólo entonces supe que las personas no nacen siendo destinadas, ni nacen para encontrarse, simplemente son pequeñas decisiones que nos llevan a encontrarnos. Porque sus manos no fueron hechas para encajar con las mías, ni sus labios para besar los míos, pero de pronto lo imperfecto se volvió perfecto, y lo incompatible; compatible. Y sólo entonces supe que me enamoré perdidamente.