Despertose temprano y aún
quedaban recuerdos de ese sueño,
que mantenía viva la esperanza de
encontrar a su ser amado,
palpitando en lo más recóndito de su ser.
Cabizbajo salió de su madriguera y emprendió
su vuelo a destinos desconocidos, era perseverante,
acometió muchos andares.
Indagó fuera de los límites.
Fue un trotamundos, en busca de su único amor,
de esos que duran toda la vida.
Y Dios lo premió.
Allá lejos, muy lejos, estaba…
Eternamente en la espera, esbelta, sonriente,
vivaz, única, la pasión vestida de mujer.
Un abrazo fraterno, un beso apasionado y un “te quiero”
de un amor perdido, pero nunca OLVIDADO.
Sueño, feliz noche, de sueños irreales;
que predijo que el amor anhelado,
no era una quimera. Estaba intacto
y esperaba por él.