Se me enternece el Yo del corazón,
se reblandece de melancolía,
transportando estrellas a lejanía,
allende el mar, en barcos de ilusión.
Parióme Aurelia en noche de fogón
-en casa de tejavana vivía-.
Vine a la vida en otoñado día:
hora decembrina de floración.
Dejé la niñez en calles de barro,
años viví de albores juveniles,
pasada se quedó la lozanía ...
De aquel tiempo los vivires amarro:
ayeres entrándome tan sutiles,
que calan las telas del alma mía.
(Salvador)