En la soledad de mis momentos
pienso en ti.
En las alegrías compartidas
pienso en ti.
Cuando creo escuchar el rumor del mar
pienso en ti.
En el olor a hierbabuena,
a especias, a canela y a limón.
En la juventud perdida,
en tantos seres dormidos…
en la muerte, pienso en ti.
Hoy sólo te veo en mis sueños,
pero nunca puedo quedarme en ti.
Todas tus calles conducen al mar
ese mar que me vio nacer y crecer,
que me ayudó a encontrar
a mi primer amor.
Muchos años lejos de ti
no han podido hacer que te olvide.
Soy ahora residente
en una tierra muy fría,
sin tu color, tus olores,
sin tu viento de levante,
ni el frío poniente,
sin ver las olas muriendo
en las finas y limpias
arenas de tus playas.
Los cantos de millares
de ranas, en charcas,
a mis oídos llegaban,
como música,
a la caída de las tardes del verano.
Te podría enumerar tantas cosas
que, al recordarte, me hace feliz...
Y me lleno de tristeza
al saberte tan lejos de mi.