El frío de la tarde, me abraza entre las sombras,
mientras oigo el gotear de la lluvia en los cristales.
Mis pupilas se humedecen ante la noche solitaria
ya que mi cielo es una explosión de granadas.
A pesar de tu amor... tengo tanto miedo...,
el viento impulsado por sus ráfagas frías
huele a tierra humedecida besando mis cabellos.
Yo rezando hilvano telarañas en mis dedos.
A fuerza de buscar nuevos anhelos
sentí el misterio de sus ojos con suspenso
que se sepulta con la llama azul de nuestro ocaso
donde se apaga la floración de tantas primaveras.
Sé que vine en busca de quimeras y debo el regreso,
pero con sabor de lágrimas, me mostraré digna
para abrazar su rostro con el sabor de mis besos.
Palpitar pudieras las caricias de mis versos.
¡Señor, ábreme tus brazos cálidos y escúchame,
para que pueda ofrecer mi existencia entera
y regalarte la plenitud de mis días
con radiante y altiva llamarada de lucero.
Para que guardes entre tus fuegos, mi alma florecida,
sea tu voz el cascabel sonoro de mi pecho,
para derretir los sufrimientos de mi amado.
¡Sea tu amor el que destruya el abismo de mis miedos...!
No ves que ahora hay plenitud en nuestras vidas,
y que los pastos están henchidos de verdura
que se colorea de dorados en la alfombra de las hojas
con la fresca convulsión de nuevas brisas.