Ni tus labios de pétalos de rosa,
ni tu piel tan sedosa y tan lozana,
ni tus dientes de blanca porcelana,
ni tu voz tan serena y cariñosa;
Ni tu cuello tan frágil, que es de diosa,
ni tus senos turgentes cual manzana,
ni tu talle que gran pasión emana,
ni tu risa sublime y candorosa;
Tanto pueden rendir mi pensamiento
que se siente cautivo de tu encanto,
Como rinden el alma y sentimiento
tus miradas que tienen dulce manto,
que destellan la luz del firmamento
y convierten tristeza en tierno canto.
Autor: Aníbal Rodríguez.