Junto a esta diurna inspiración,
se place un sombrío amanecer.
Se han callado las olas del mar,
y el silencio ha guardado lugar.
Los campos tomaron amarillo,
y se hizo invisible el horizonte.
Las noches se hicieron más oscuras,
y todo tomó el mismo color.
Puedo oler el salado del aire,
y contemplar las chispas en vaivén.
El tiempo corre de una forma lenta,
y en mi rostro se guarda el rocío.
Y así pasan tranquilos los días,
sin ver una rosa en un rosal.
Y tal vez encuentre aquella octava,
pero nada volverá a ser igual.