Jugando a ser adultos el brío
de los gobernantes se volvió estúpido.
Occidente semejaba
una mano fatigada, vanidosa…
¡Maldito el día, hermano,
en que aposté por ser humano y tan sólo
obtuve rencor y lenguas de trapo!
Maldito yo en mí, contigo y con ellos.
El hombre es un lobo para sí mismo
y mi dolencia ya no es muerte intensa.
Promesa de Occidente: hoy te caes
como se caen los dientes de un boxeador
venido –lánguidamente- a menos.