Ignoro la fidelidad a las flores del agua
quizá por ello aprendo a caminar descalzo:
una razón valedera para creer en el mar
con saña, rabiosamente
y pensar que dejaré de ser
un punto muerto.
Con tibieza en la voz
con un dejo de tumbo en la mirada
con escozor de saxo en la barbilla
el animal de placidez me dice bajo
que está bien, que está bien.
Tengo ganas entonces de dormir
los sabores de espina
de barrerlos a latigazos de mar
rabiosamente
pero ese momento percibo
que de mí podría tan solo quedar
un punto muerto.
Sospecho sin embargo que algún día
tendré a mano un momento
de lluvia para mí
que a escondidas de mí mismo
humedezca mis guijarros
y me enseñe
a limitar mi libertad
por alguien que se me dé
sin pensar que no soy fiel
a las flores del agua
a los ojos húmedos
al sonido de mi nombre
amasado en escrúpulos.