Al mirarlo, lo observaba.
Observándolo, lo miraba.
Su mundo, en lugar perdido.
Su vida, un sinsentido.
El reloj de sus recuerdos
se paró hace mucho tiempo
y sus historias vividas
son ahora su comida.
Experiencias del ayer
y alegrías del pasado
son el único motivo
por el que sonríe a ratos.
Miedos y penas que un día
superó y no recordaba
a su mente vuelven hoy
para inquietar su alma.
Su mente vaga sin cese
y mil historias inventa,
él las percibe reales,
con entusiasmo las cuenta.
¿Dónde situar el límite
de realidad y ficción?
¿En el sueño, en la vigilia
o en nuestra imaginación?
¿Cómo saber si despiertos
lo que vemos es real?
¿Cómo distinguir sucesos
que solo en tu mente están?
Mirándolo, mil preguntas
a mi mente sacudían.
Observándolo, dudaba
del sentido de su vida.
Si ya no distingue apenas
que yo soy su compañera,
si su reloj se paró
en un momento cualquiera,
si el tren que guía su vida
hizo de esta una quimera
y observarlo cada día
solo alimenta mis penas,
¿cómo entender el destino
si a una persona tan buena
se le arrebató vivirlo
de una bonita manera
y a cambio siguió un camino
que a mi alma no consuela?