Hoy os he vuelto a leer.
Hoy no soy capaz de escribir.
Dejadme acomodarme en un verso cualquiera,
en ése que surgió de mala gana;
dejadme recostarme en la palabra más asonantada,
más átona –tristemente tónica-
que sin querer se os haya escapado.
Hoy no puedo componer.
Vosotros poseéis los vocablos más adecuados,
los ritmos más encantadores,
la rima concordante perfecta,
las figuras literarias más sugerentes
de nuestra madre Literatura.
Hoy me siento incapaz de escribir.
Vosotros jugáis con la Lengua,
con sentimientos a caballo entre el sudor
y la sangre
del momento preciso.
No puedo componer…
Dejadme, por favor, descansar en el pliegue
de cada verso,
en el frío halo de la muerte
o en el febril calor del amor.
No, no pongáis nunca un punto y final;
sed siempre un punto y seguido
para siempre,
por los siglos de los siglos
-os lo suplico-.
Hoy no puedo escribir
mas sí os puedo leer…