Es tu ausencia tan larga mas en mi alma persiste
el bello y gran recuerdo de aquella Navidad,
sentados a la mesa, ninguno estaba triste,
y todos se miraban con gran fraternidad!
Me pregunto tu madre, con su dulce sonrisa
que para fin del año, con quien lo pasaría
con palabras alegres, y de forma precisa,
sonriendo le contesto: Su casa es como mía.
Y recuerdo a tu niña, su regalo pidiendo
sus ojos le brillaban de gran curiosidad,
la caja destapando salió feliz sonriendo
con rostro iluminado, de dulce claridad,
Tus padres ignoraban de nuestro amor secreto,
y solo imaginaban que eramos dos amigos,
la mesa tu servías, mas yo pensaba inquieto,
de como yo lograba besarte sin testigos.
Me sentí tan dichoso, por tu niña que dijo:
ahora usted es nuestro; ya somos sus parientes,
en su tierna inocencia, con su voz nos bendijo,
haciendo que mis sueños se hicieran refulgentes.
Al llegar ya las doce, se marcharon a misa,
dijiste tan sonriente: me pienso yo quedar,
tus ojos tan traviesos tenían la sonrisa
que todo lo expresaba, sin ni siquiera hablar!
Y solos nos quedamos y fuimos a tu alcoba,
con mis manos calientes, te empecé acariciar,
en tu alma apasionada surgía fiera loba,
que sabe dar caricias que me hacen delirar.
Y fueron bellas horas gozando de tu lecho
con la dicha infinita de podernos amar,
ahora en mi aposento, mirando para el techo
la manera persigo, de poderte olvidar.
Te entregaste completa, ya que tu alma sabía
que el credo que practicas nos iba a separar,
el sueño que tenía, que fueras solo mía
tu siempre lo miraste difícil de aceptar.!
Autor: Aníbal Rodríguez.