Mamá sabe
que fui su compañero,
eso nadie puede negarlo,
soportamos juntos
muchos tiempos malos,
fui el “Sancho panza”
que trajinó a su lado
y cuando fue menester,
juntos lloramos
y también reímos
cuando superamos.
Ella sabe que mi amor
se lo he demostrado
y sabe también que el suyo
se lo he atesorado.
Ella sabe que los guerreros
cuando están cansados
le fallan las piernas
y también las manos
y hasta el cristal de los ojos
por donde tanto miraron
a veces se niegan
a seguir enfocando
y se vuelven llorones
y un poco mansos.
Mamá sabe que la vida
es un bulto pesado
que doblega la espalda
de tanto cargarlo.
Ella sabe tantas cosas
que aún no ha contado
y sabe que hay recuerdos
que se le han borrado.
Mamá sabe que yo
no he cambiado
que sigo siendo el mismo
de aquellos años
que sigo junto a ella
batallando, batallando.
Lo que mamá no sabe
es que la estoy observando
y que mientras más envejece
más la amo,
porque al verla indefensa
no puedo evitarlo,
pues recuerdo los tiempos
en que luchamos
y al verla disminuida
me siento extraño
y por eso mi amor entero
se lo regalo.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela