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¿ Quién mató a Recaredo Centelles?


Cuando amaneció llovía en el Valle que parecía una tumba. Brillaba el cielo como un diamante de color blanco que derramaba abundante agua. Gorgoteaba risueña por los tejados conducida por las pendientes a los oscuros y tenebrosos aljibes donde era atrapada. Hambrientos y sedientos había muchos habitantes en Valleperro que miraban la lluvia desesperados. Sobre todo los trabajadores más empobrecidos .Estos se veían obligados en su condición de miserables a ir a trabajar a las fabricas de los pueblos de alrededor en bicicletas, porque en valleperro no había trabajo ni cosa que se le pareciera, así como tampoco tenía este tranquilo pueblo situado en un valle entre montañas, transporte publico. Solo dos viejos autobuses renqueantes, destinados a la prioridad de llevar a misa a los ancianos a las nueve de la mañana.
Cuando llovía en Valleperro, como esa mañana donde se inicia ésta historia, todo el mundo perdía y maldecía el cielo, porque sabían que se avecinaba el hambre para muchos. Los trabajadores de pico y pala, laboriosos artesanos de la zanja y el bordillo, eran enviados a casa sin sueldo, otros como los ciclistas de las fabricas con contratos temporales, les era imposibles acudir a sus puesto de trabajo. En los hogares donde se cocinaba en los paelleros familiares con leña de los campos abandonados de naranjos, almendros, algarrobos, no podían hacerlo al no poder ir a por leña. Los que se buscaban la vida con una provisionalidad increíble para pasar el día, lo tenían que hacer sobre el fango, tiritando de frío, arrastrando chatarra para cambiar una rueda de bicicleta por un bote de sopa.
Así que durante las lluvias, la gente se volvía triste y melancólica en Valleperro, recordando tiempos mejores, no muy lejanos, donde no solo el ánimo, sino hasta el nombre del pueblo era distinto.
Angelillo de Uixó.