Hay una mujer amante, mujer errante
mujer de bruma, precedida de suspiros
fragantes, siendo en mis horas de deliquios
su imagen, narcótica, femenil y elegante.
Tiene porte de reina prodigiosa, su semblante
primoroso semeja un lívido jardín de nardos,
y sus ojos góticos floridos son dos perdidos
diamantes, reflejados en mi faz sombría y delirante.
Y en su renombre de elegida y adorada
ríe haciendo su último juego de mujer amada
y con nebulosa mirada de luna arrogante
se aleja y se aleja en delicada bienandanza
dejando a mi alma taciturna y sin bonanza,
en un tétrico infierno, como el que viera Dante.