En cada linda mañana
cuando pasaba Carolina,
con dulce y tierno mirar,
me hacìa el alma alegrar.
Y ha pasado el tiempo
en que no veo su suave andar,
ya su mirada no la tengo,
y no se por dònde andarà.
Pero en mis pensamientos vive
por la eternidad.
Pero como la extraño: Carolina
estoy sufriendo de soledad,
hasta mi jardìn lucìa para ella:
¡como extrañamos su andar !