Juan Heredia Rojas

El Último Héroe. Miguel De Unamuno

Era al ponerse el sol en la llanura;

pálida sombra inmensa proyectaba

de las ruinas el humo

subiendo espeso;

 

acá y allá tendidos, sobre sangre,

contemplaban la azul bóveda inmóvil

con inmóviles ojos

los que lucharon.

 

De Dios en la pupila sus pupilas

hundian los vencidos caballeros,

del último combate

cobrando el premio.

 

Rodeaban la que fue roquera torre,

señora de los páramos adustos,

en tropa bulliciosa

los vencedores.

 

Sus luengas sombras al caer la lumbre

cubrían de piedad a los vencidos;

era como una tregua;

el sol moría.

 

Con las armas rendidas contemplaban

_el asombro en sus ojos y en sus pechos_

encima de las ruinas

un hombre solo.

 

Tiene en la diestra el puño de una espada,

de una bandera el asta en la siniestra

rodó la hoja al suelo,

voló la tela.

 

Sus ojos reverberan del poniente

donde el sol se enterró, los arreboles,

sangre hecha luz del campo,

sangre del cielo.

 

Contempla ante sus pies los caballeros

que serán pronto dueños de su tierra,

y con su Dios hablando

grita: ¡venc¡mos!

 

Los arreboles fúndense en ceniza,

nacen estrellas tras la nube de humo,

y al hasta y puño asido

rueda el postrero.

 

Doblan los vencedores sus rodillas,

de entre las ruinas álzase la luna,

y es su blancura el riego

de la victoria.

 

[diciembre de 1906]