Soy un corazón... que late puro,
inerte y fuerte,
la espera... en su maestría
me devora,
huido de ajena singladura
apenas me transmuto,
en los diamantinos y altisonantes
olvidos... que me nombran,
soy... un océano de plata,
en sus angostas...
y etéreas aguas me derramo,
me envilezco...
de cariño ennoblecido,
amortajando...
los pesares que me asolan,
en las desabridas y augustas
catedrales de la tarde...
enmohecido...
me entretengo,
soy el dueño...
de la fragancia primorosa,
aquella...
en la que una nube cristalina
efímera y fría... se adormece,
soy la abatida...
y desgajada primavera,
transmutada lentamente...
en holgado... invierno deshojado,
entre lánguidos... y desesperados
oteros de abandono,
compungido... me entretengo,
Cuando la tarde...
se vence en su crepúsculo,
y vierte... su zafiro alborozado
en campos... de rastrojo,
la luna...
se desviste engalanada,
y se vierte... muy despacio,
en la arista de su ausencia,
con su seda...
extrañamente disconforme,
de triste... y enaltecida rosa...
se desprecia... casi zozobra,
¿Qué es la vida...
sino un angosto
campo de miseria
abierto entre la duda,
en el valle...
liberado por la sombra ?
¿Qué es la noche...
sino un ángel...
o pájaro de fuego...
enternecido en su locura,
desnudando...
el crepúsculo de agua,
de entristecidas...
y desplomadas bocas ?
AUTOR: JOSÉ A. PANIAGUA MARTÍNEZ.