Me sedujo tu mirada ardiente,
tu cabello flotando en la mañana,
tus senos orgullosos y vibrantes
tus muslos como ebúrneos pedestales
el acecho felino de tu cuerpo
tu voz entre lasciva y suplicante.
Y me entregue a tu amor desesperado
sabiendo que podías devórame,
presintiendo el filo de tus dientes
tus dedos de puñales plateados,
el abrazo mortal de la anaconda
el beso envenenado de tus labios.
Ahora soy un guiñapo destrozado
que se arrastra besando tus talones
que sonríe con la sonrisa idiota
mientras clavas con saña tus tacones.
Hoy babeo sediento de tu sexo
vomitando mi angustia en las almohadas
derramando el deseo entre los pliegues
de mi cama vacía y encharcada.