Hoy... he amanecido
con su nombre en mi boca
y con mis ojos, abrazando
el inmenso tormento
de mi hija perdida.
Mis amargas lágrimas,
no pueden evacuar un ápice de dolor,
grito... se me desgarra la voz
con el más rebelde desaliento
y no veo más allá
que el espacio y la distancia.
Ruego un soplo,
inagotable de descanso.
Hoy, doña muerte salio a pasear,
por oscuros senderos,
en un absurdo cortejo
de lagrimas y desvelos,
sin alma de utopías viscerales,
como un esqueleto
en el aniversario de su muerte.
Oigo el gemir de los violines,
recitando sus poemas al viento,
hoy mi alma es de acero
y mi bondad de mármol,
hoy vuelvo a morir,
otra vez en el tiempo.
P.M Pedro Monroy Gemio