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Guarda silencio, no me digas nada,
que tu boca resbale en un murmuro,
así como se posa el cielo oscuro
en el matiz de tu sensual mirada,
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y clávame tus besos, cual espada,
y mátame, a fragor, en tu conjuro
que llueve tu amalgama, te lo juro,
en esta piel ardiente, enamorada.
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¡Qué importa si me grita la mudez
su arpegio desolado, ya marchito!,
si te quiero, te amo y, a su vez,
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llevo, en mi corazón, tu nombre escrito;
y qué importa si calla tu esbeltez
porque en silencio, así, te necesito.
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