Mi taita …
Mi amor puro , mi primer amor… como él, solo él, con su temperamento recio, mirada fuerte, seño fruncido, pero siempre a su manera, amoroso, protector de su niña… fui creciendo y con ese proceso, también crecía la incomprensión de las normas, los regaños, las rabietas… se mezclaban, se enfrentaban dos mundos, el de él con su madurez y experiencia y el mío con mi juventud e inexperiencia… ahora, después de su ausencia, después de tantos años, comprendo a mi taita, comprendo sus temores y sus enseñanzas. Defectos tuvo? Si… quien no? Pero aún con ellos, pienso que fue el mejor taita del mundo, mi taita... ese fuerte patriarca que tanto me amó y que con su experiencia de vida y sabiduría hizo de mí, la mujer que hoy soy.
La vida en su incomprensible sabiduría me lo quitó, pero sigue aquí, pegadito a mí, en mis recuerdos, en mi afecto, en mi eterno agradecimiento por haberlo tenido a mi lado. Hoy como siempre, lo extraño tanto, pero se que él ya dio un paso que yo no he dado, lleva ya otro camino andado.
No pasa un día sin que lo nombre, sin que lo recuerde, vive en mí y vivirá hasta el último día que tenga de vida, llevo en mí su esencia, es él una parte de mi alma, esa que es pura e intocable, que estará enlazada a la suya, aún después de la muerte.. algún día nos reuniremos él y yo, así, como se lo dije en su lecho: algún día papá, allá, donde vas a estar, iré también yo, allí, nos reuniremos.
Cuando escucho o leo esa frase de cajón repetida por tantas personas, “padre es cualquiera” me enojo calladamente para no irme en contra del mundo, porque medio mundo se expresa de esa ingrata manera… para mí, solo él pudo ser y hacer de mi taita, así, como el taita de mi hijo solo puede ser su taita.
Marlene Carrillo Vela