(Marcha por el agua, Guatemala 2016).
Niña,
¡Qué fuerza tuviste!
Empujabas mis pequeños pies de niño,
Mis primeros pasos.
Cuando te conocí
Yo corría hacía ti,
Al gozo que encaminas
Y que encauzas en mi corazón.
Nuestra historia,
Es historia de amor
Desde mi primera mirada
Que ahogué en ti.
Niña,
¡Tú sabes estremecer!
Aún no olvido la primera vez
Que me vi en ti.
Tu rostro era limpio,
Yo me fundí
En la sublime sensación
De estar flotando sin tocarte,
De ver mi cuerpo deformarse
Al ritmo de tu entusiasmo.
Y luego decidí tocarte,
¡Me lancé!
Perdí los miedos,
Fui libre.
Y eso es lo más parecido
Que tenemos los humanos
A volar.
Las mujeres con sus caderas
Imitan el ritmo que nace de ti.
Son hermosas.
Pero ¡Niña!
No hay otra como tú.
He visto los pies
De todos los niños
Saltar y sacudirte
Con la alegría infantil
Que infundes
Con tu pureza.
He sentido el cosquilleo
De la tierra que se peleaba contigo
Para acariciar mis dedos
Cuando después de un día lluvioso
Yo salía a buscarte.
Y es que nadie imita la vida
Como la imitas tú,
—Han pensado todos los poetas—
Que atribuyen la belleza
Al reflejo inmarchitable que produces.
Pero eres tú la victima de todos
Los que quieren ser como tú.
Mira como el sol se ubica
Justo en el ángulo perfecto
Para diluirse en tu gracia.
Mira como los ojos
Fingen derretirse
Como vidrio caliente
Para correr como el camino
Que marcas en la tierra.
Mira como el cielo
Enamorado de tu afable belleza
Creó el mito antiguo
De que tienes su color.
Mira como las nubes
Se han convertido
En una de tus fuentes
Solo para no separarse
De ti.
Pero tú, la bondadosa
Te entregas
Y yo alzo mi rostro,
Ahora.
Niña,
Tú tan propia,
Tan inimitable,
Tan imposible de copiar.
Hay quien cree que puede atraparte,
Que puede explotarte,
Que puede adueñarse de ti.
Pero tú tan inasequible,
Tan imposible de poseer.
Asaltas al amante
En el filo de la noche y él,
Que solo puede poseer el amor
No puede poseerte,
El amor vierte su esencia,
Y tú escurres fría
Y libre.
¡Siempre libre!
Sorprendes al herido,
Al dichoso y al infeliz
Al que tiene de sobra
Y no repara en tu aparición,
Y al que no quisiera
Encontrarte justo
En el rincón de sus ojos.
Apareces con tu dulce
Ungüento sanador
Para todas las alegrías
Y las desventuras.
Niña,
El mayor descubrimiento
Del ser humano debió ser
La dicha de tenerte entre la piel,
Un porcentaje de carne
Que se desintegra
Y un porcentaje de vida
Que vuelve a la tierra.
Niña,
¡Nadie te quita la vida!
¡Cuánto daño
Han querido hacerte!
Usarte en prodigios
Y maldiciones,
Hacerte parte
De la malicia humana
Pero cómo eres tú de inteligente
De la industria monstruosa
Eres el vapor,
Y vuelves agonizando.
Y en ese aire moribundo
Sigues siendo tú, la vida.
La guerra se levanta alrededor tuyo
Y tú sabes bien que habrán de buscarte
Pero niña
¡Tu bondad me sorprende!
Eres tú quien limpiará las heridas
Del fusil y de la sangre.
Niña,
¿Cómo pedirte perdón?
Si de esta historia que acabamos
A toda prisa
Sigues siendo, tú la vida.
Niña,
Tengo miedo.
Y en mi sollozo apareces,
Y me recuerdas
Que estás tan viva.
Y me recuerdas
Que eres libre.
¡Siempre libre!
—Bárbara Barrientos