Ana Cecilia Rodezno Aviles

La soledad

Corre el mes de diciembre y la brisa se siente al amanecer. Está sentada ante su escritorio en un silencio tan completo, que podría oír los susurros desde la escalera de vecindario. Nadie toca la puerta, nadie la llama desde fuera, solo a través de los susurros vecinales. Nadie la interrumpe, exclamando: << ¿Es que no has trabajado bastante hoy?>>

El silencio empezó hace 7 años, un hermoso día de invierno lleno del bello sonido del agua al caer.

Su hijo la abrazó y salió de prisa, exclamando: <<Mamá ya estoy grande, puedo tomar mis propias

Decisiones, partió y no volvió más.

El mundo está lleno de personas solitarias. Tampoco la muerte de un ser querido es la única entrada al reino de la soledad. Las personas quedan solas por múltiples razones. La soledad es cada vez más frecuente hoy. Si vivimos lo bastante, muchos pasaran por esta experiencia una o más veces en la vida.

Los que han quedado solos sienten de vez en cuando la soledad. Les han dejado cicatrices esas horas sombrías en las que las preocupaciones –al no tener a nadie con quien compartirlas- les parecen demasiado pesadas.

Pero la soledad  puede convertirse en una forma de vida plena de satisfacciones, calor e incluso alegría. Dado que esos involuntarios momentos de soledad  les sobrevienen a muchas personas, debemos aprender a descubrir esas alegrías, de manera que podamos vivir nuestra nueva circunstancia con dignidad y soltura.

Ella empezó a notar los primeros síntomas de alivio a su pena, vio como algunas de las recompensas de la soledad cristalizaban en su mente.

La soledad desarrolla la memoria. Y curiosamente, los recuerdos reafirman así en las personas el sentido de continuidad de la vida en el preciso momento en que ésta se ha visto interrumpida por el dolor. De estos recuerdos intensificados surge una nueva forma de comprensión.

Si la memoria hace más soportable la soledad, también el sentido de la propia identidad la templa. , Tras varios años de estar sola, se encontró ella enfrascada en innumerables diálogos internos… entre el yo que quería morir y el que deseaba vivir, entre el yo que creía y el yo que negaba; entre el que amaba y el que repudiaba.

Recuerde que somos seres solitarios, aun cuando vivamos en una casa llena de gente. Todos nacemos solos, encontramos el sentido de la vida solos, vamos a la muerte solos. Lo mejor que podemos hacer es aprender a vivir.

Ana Cecilia Rodezno Avilés

Jueves 6 de diciembre de 2012.