Te encontré en el valle de la incertidumbre
cavilando triste por un falso idilio
y pensé en sacarte de la pesadumbre,
como un casanova que llegó en tu auxilio.
Te bañé en quimeras para ver tus vuelos
y al dejar de lado tu aflicción tediosa,
te entregaste entera liberando anhelos,
con tus rizos negros y pasión de diosa.
Y la suave seda que nació en oriente,
más los mil aromas que de Francia vienen,
no podrán saciarme del pudor ardiente
que tus tibios labios en tus besos tienen.
Resbalé mis manos por tu piel desnuda,
enredé mis dedos en tus negros rizos,
me bañó en tu cuerpo la penumbra muda
y sació mi anhelo sin pedir permisos.
Y posé mis labios en tu piel caliente,
que bañaba entera la sutil fragancia,
de pasión obscena que colmó el ambiente,
de gemidos lleno que inundó la estancia.
Nos faltaron horas para las historias
de los mil amores y sus mil heridas
y guardar los nombres en nuestras memorias,
donde las caricias quedarán dormidas.
Y afanando el paso para mi partida,
exclamé: -Hasta pronto- y escuché: -Te espero-
y en el tibio beso de la despedida
acallé: -Hasta nunca- tú tal vez: -Te quiero-.