Me preguntas porque te amo
si no posees más glorias
que la de ser un humilde humano,
y yo te respondo con el corazón en la mano:
Te amo porque mi alma has acariciado.
Porque has llegado más allá de la piel
que recubre mi cuerpo también humana,
porque has logrado con tu delicadeza
penetrar dentro de mi alma.
Es fácil acariciar la piel,
estremecer con la mirada,
con las palabras adormecer la mente,
con elegancia agraciar a una dama,
pero no acariciar el alma.
Acariciarla sólo lo puede
quien la suya es tan hermosa
que de ella solo sale bondades que enamoran.
Y eso es lo que ha ocurrido mi bien,
pues el amor no está sólo en el corazón,
ya que también habita en la mente y el alma
y tú has sabido penetrar en ambas instancias.
Me has seducido por tu inteligencia
de muchos dones adornada,
con la magia de tus silencios
repletos de delicadas palabras.
Habrá quien diga que no hay lógica en el amor.
Quizás así sea, pues si de lógica hablamos
sería más razonable enamorarse de piel a piel
que no de un corazón franco,
pues el amor se entiende por atracción sin medida,
pero tu bien de mi vida me has enamorado
por tu delicada compostura.
Has acariciado mi alma antes que mi piel,
por eso he desnudado mis emociones
sin pedirte nada a cambio
porque ya todo mi ser de tu delicadeza
estaba impregnado.
¿Qué, porque te amo?
Te amo, porque mi alma has acariciado.
Luisa Lestón Celorio
Asturias- España
mayo de 2016