Podrás teñir mi sangre de un negruzco
matiz, podrás hacerlo.
Podrás marchar en fúnebre amapola
sobre bordes del orbe;
al fin; en mí, lo puedes todo, y ¿sabes?
Podrás en mi reflejo
mirarte dócil, y dejarme solo...
Y oír la voz de Dios
quebrantando mis aguas otoñales.
¡Pero... la pena es mía!
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David John Morales Arriola