Tu vida consagraste a la poesía,
tus letras caminaban dondequiera,
no conocían muralla ni frontera
y entregaban esencias de alegría.
Tu poesía abundaba en armonía,
en tus versos la rima fue certera,
era una nube blanca placentera
que cruzaba los cielos cada día.
Tu cántico exquisito con su lumbre
deleita a quien lo lee complacido,
su espíritu camina en alta cumbre
en sitio santo siempre bendecido
do el placer se convierte en fiel costumbre
por el don de tu verso florecido.
Adolfo González Hernández
El Salvador, Centroamérica.