Podemos decir que existen, en la frase, dos conjeturas, o que… “hacer el amor” y “desconocido” no van de la mano.
Se suponía que no nos iba a gustar… no más de lo suficiente; que encontraríamos al deseo y lo pondríamos a parir, que sería mera diversión. Nos veríamos la cara en el espejo del pudor, con la vergüenza escondida, la mente en otro sitio y obligadamente egoísta. Lo normal de las cosas que hacen de una aventura, una necesidad. De hecho me lo hiciste firmar, dijiste: Esta es la última vez que vas a estar conmigo. A lo que asentí mirando directamente al alma en tus pupila.
Debo confesar que no sé hacer el amor, si no amando, pero eso era un secreto muy mío, secreto que no he compartido con nadie hasta que quedó publicado en tu orgasmo.
Simplemente no puedo hacerlo, sino amando. Enciendo mis siete sentidos, te estudio, dibujo formas únicas de tu cuerpo, respiro contigo. Enredarme un tu pelo me cuenta historias tuyas, abrazarte con las piernas me devuelve tus vías de escape y te invito a quedarte, a veces dedico segundos a la inercia, siempre esperando conocerte tanto como sea posible. Lo que hacen tus manos es clarividente, lo que buscan, lo que quieren y especialmente cuando te sobran y estallan tus yemas de luz.
¿Acaso fue la manera que descubriste mi cuerpo? con ese tacto tan llenas de vientos, de los huracanados y de las brisas que anuncian lluvia. No creo que el hecho de entregarme a ti, o no saber lo que hacer exactamente tengan que ver. Ni las experiencias de tu cuerpo. Creo que sabías exactamente donde besar, como jugar, cuan intenso pulso lento de tu boca concentrado. La lentitud de tus caricias, la manera exacta de recorrerme, estoy convencido que no eras vos, que al instante éramos nosotros, sin querer, era nuestra velocidad, lo que hemos pedido a todas nuestras parejas lo teníamos al instante en la piel, levitados.
Esto me está llevando a la siguiente conjetura. ¿De qué vida me conoces? ¿de qué universo paralelo?
¿sabías tanto de mí? ¿de mis piernas, de mi pecho, de mi espera? Imposible.
Te creo infiltrada en mi vida, te quiero conocedora de mi alma, caminante de mis sendas. Me creo maléficamente poseído por ti, embriagado, infinitamente entregado al sonido de tu agitación.
Por ende... Encuentro una sola coincidencia, aparte del séptimo sentido, que lo explicaría todo y es que no sabes hacer el amor con un desconocido si no amando... y ese secreto quedó publicado en mi orgasmo tan distinto a todos.
Es momento de cuidarnos lo clasificado, ese secreto escrito en vibratos universales, cuidarnos el amor puro que hacemos y aunque la vida nos lleve a seguir buscando y entregarnos a golondrinas de una noche. Ahora, gracias a ti, puedo confirmárselo al cajoncito de mis secretos. No tengo idea como hacer el amor con un desconocido, si no… amando.