Si miras a los ojos de un anciano,
veras el abandono y
sufrimiento de mi pueblo.
Ellos traen a cuestas el llanto y
la angustia del hogar sin pan,
del campesino sin tierra,
del pensador apresado,
del artista fusilado,
del pobre desvalido,
de los universitarios atropellados,
del joven sin trabajo y
del obrero explotado.
Si miras los ojos de un anciano,
veras un pueblo en muladar.
Ellos son las calles polvorientas,
el camino horadado por tanques y botas,
los ranchos destartalados,
los ríos sin agua,
los hospitales mugrosos,
los hijos sin escuela,
el monte sin árbol,
el maestro sin salario,
el médico sin inspiración y
la madre desesperada.
Si miras a ojos de un anciano,
veras un pueblo triste y desfallecido.
Estos ojos,
la mas de las veces ingenuos
( por las ansias de una luz al final),
están saturados de voces resonantes,
hechas de escarnios, de mentiras
y de engaños.
Ellos son la frase desesperada,
atravesada por el último
relámpago del indolente.
Los ojos de un anciano
son patria encadenada
en manos de un bufón
que trastrueca sueños,
esperanza y anhelos;
llevándose en sombrero el tesoro y
dejando que rodemos como piedras hasta
el abismo negro.
Los ojos de un anciano hablan por la patria;
ellos son dolor y grito angustiante.