Cebras hambrientas y hacinadas
arrieras de un mundo en blanco y negro,
los colores confunden en sus mentes
y la locura les golpea sin cesar.
Ya olvidaron que existen más colores
y los olores se reducen a uno solo.
La comida es tan ausente y dilatada
que el asado que huelen les da hambre.
No sabrán de ese gris de chimenea
y un recuerdo a cocina les invade.
La saliva ante la nada la perciben
sin que pan haya para ocultarle.
La locura camuflan con humor,
solo eso achica su dolor.
Si una vez, la estrella fue su signo
hoy ignoran qué ha sido de su Dios.