Nada exhausta mi primogénita concepción del amor
Ávida de revivir el conexo sentimiento de la primera vez
Del principio del deseo, del final de la inocencia
La despedida del niño que una vez hizo mis tardes
Para no volver la vista atrás de los otoños del litoral
Para arrancar el lívido gusto al pensar en tu boca
Y forjar de ahora y para siempre el torrente de sangre
Que llevará en los genes tu beso y tu carne
Y pasar a las horas desesperadas de haber amado tu cuerpo
Y ya no volver a ser el mismo nunca más.