Estoy maldito por entregarme a tus besos,
baje al infierno en la miseria de mis dias.
Mate tus mentiras.
Crei en tus palabras,
que me llevaron a la pérdida constante de mi orgullo.
Dios, me hizo un hombre libre
y confinó mi libertad a la tibieza agobiante
de tu sexo.
Dios, te hizo maldita,
para lograr que mi alma
me cause delirios y tormentos.
Hubiese preferido una tumba.
Ser crucificado en invertidas cruces del silencio.
Suicidio, locura o sufrimiento.
Estoy condenado a pronunciar tu nombre,
como si fuese una oración
que redime los lamentos.
De tanto amarte en mi nefasta conciencia,
un día olvidaré que soy de piedra
y bajaré al infierno de tu mano;
Hubiese preferido una tumba.
Una negra cruz.
Pero el Dios que maldijo mis voces
me dio un corazón de niño,
una voz de poeta,
Inspiración constante,
y la muerte eterna.
La sombra que me sigue.
Mi otro yo.
Mi obscuridad, mi propia tumba y mi veneno.
Creo en la sangre y el pecado,
en los ángeles negros,
en el fuego azul de cada infierno.
Creo en el amor que me derrumba,
en Lucifer que me gobierna,
en la maldición de los recuerdos
y en la muerte eterna…
P.M Pedro Monroy Gemio