Esta vez no saldré tras de ti
como herido macho en celo
porque debo encontrarme a mí primero.
Dejaré que tu propio aguijón
me extraiga el veneno
que dejaste incubando dolores
en lo más profundo del pecho.
La herida que me abra
tu ponzoña
taladre muy adentro
hasta hacerme sentir:
¡que estoy vivo de nuevo!
No pretendo eludir este dolor
que me hace sentir
como el más desdichado
porque igual
como lo afirman los galenos
preferible es abreviar:
¡el sufrimiento!...
utilizando con rapidez el escalpelo
y tú has terminado por convertirte
en el más cortante y certero.
Tampoco iré por ahí
haciendo el estólido
al acecho de encuentros
que suelen llamarse fortuitos
porque estaría jugando al felón
con mi propio fuero.
Estás dejando el lugar
que no sé dónde
dentro de mí
te permití ocupar por luengo tiempo.
Y todo desalojo
ocasiona estropicios
más aún si es adentro
de nuestro frágil cuerpo...
esto sin añadir:
nuestro borboteante
y sensible músculo
donde precisamente
fuiste acumulando
el pérfido elixir
que alguna vez llegué a creer:
¡era bálsamo restañador y sincero!
Tampoco te llamaré
porque antes tendré
que escucharme a mí mismo
y tengo la certeza indubitable
que mi conciencia
conoce muy bien las coordenadas
que pueden comunicarnos
sin tardanzas
sin ruegos
y lo que es más importante:
¡sin dádivas!
Porque ya para terminar
debes tenerlo muy claro:
¡el amor es compasivo!
¡el amor perdona!
¡el amor no exige nada a cambio!
¡el amor no admite sobornos!
¡el amor simplemente es el amor!
y como único requisito
demanda un corazón
que si está adolorido
se torna más propicio.
Ahora más que nunca
deseo estar tranquilo
por ello iré apagando
el fuego que encendiste
por todo mi torrente.
La sangre fluirá una vez más:
¡como la mar en calma!
permitiéndome al fin
después del vendaval
muy tranquilo arribar
al puerto que abandoné
ya no puedo recordar
cuánto tiempo y por qué
para por fin dejar:
¡mi velamen descansar!
Y en la estación postrera
de esta añeja existencia
sin apremios ni apuros
poderme tender:
¡sobre mi propio mástil!
Donde ni tú ni nadie
podrán perturbar
el sagrado descanso
conquistado con creces
en prolija andadura.
Jaime Ignacio Jaramillo Corrales
Condorandino