Querido Mario,
nos dejas la certidumbre perenne
de un mundo diferente
de un mundo cuyas fronteras
son la imaginación constante
Querido Mario,
dejas tus letras en el corazón
de aquellos que religiosamente
seguimos el credo de tus palabras.
Y que con fanatismo religioso
nos alimentamos de tus poemas.
Nos dejas también la sed insaciable
de seguir leyendo tus versos
la fe inagotable de tu ingenio
y el recuerdo de tu voz mesurada.
Querido Mario,
esta vez te quedas en tu Uruguay del alma
al amparo de un mate en la tarde
y una primavera con la esquina rota.