¡Ve! Viaja por el espacio.
Atraviesa parajes desconocidos, mundos lejanos.
Deja tu huella en algún corazón sensible que ame lo hermoso, lo etéreo. Aquello que no se puede explicar con las palabras porque solo tiene acogida y comprensión desde el sentimiento. Desde esa sensibilidad que te hace capaz de tocar los rayos de sol, admirando su textura y su olor particular. Que te permite volar alto, tocar el cielo sin tener alas; pues éstas no son necesarias para planear sobre lo bello y sublime que te ofrece la vida.
No tengas reparos en zambullirte en el mar intenso, inmenso de las emociones. Provócalas y suscítalas al máximo, pues son ellas que ennoblecen el alma.
Sé consuelo en la soledad; bálsamo lenitivo que dé alivio al corazón herido por el amor no correspondido, por el desprecio, por la discriminación.
No hagas ruido y comunícate a través de tu silencio elocuente, de la mirada cansada, del toque apenas percibido de unas manos amantes, del susurro del viento mañanero y de los rayos de la preciosa luna en plenilunio.
Que tu mayor pretensión sea ser y nada más que ser eso extraordinario que eres.
Pasa sobre la hipocresía, la adulación, la ofensa, el rechazo. Son las armas de los débiles, injustos y desgraciados.
Sé esperanza en la desesperación, fuerza en la debilidad, caricia ante el dolor, fresco rocío que calma la sequedad.
Sé, ¡OH mi amada escritura! la huella perenne, el beso dulce de la musa, testimonio de mi existir en este efímero mundo.
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