Al amparo de tu décimo tequila
se revienta el silencio de la noche
con el dolor de tu voz que canta,
que se enreda en el corazón
de quienes te escuchan,
que lloran como tú, por el desamor,
la vida o simplemente porque les place
el sabor fuerte del tequila
que resbala alegre por la garganta.
Cobíjame con tu poncho llorona
del México de noche que se ha ido
Llorona que sabes de amores,
de corazones rotos y deseos prohibidos.
Llorona que arrastras los pies
por las calles adoquinadas,
iluminadas apenas por los viejos faroles
donde ciegas, las polillas se estrellan
con tu guitarra al hombro,
tu cabello rebelde en vuelo
Las putas en las esquinas
te miran pasar Chavela
y tú las consumes
con el fuego de tus ojos negros.
Tu pasión se desborda en el carmesí
de la lana cruda que cubre tu cuerpo,
algo tienes dentro de ti Chavela,
que pierdes a quien te mira y atrapas
entre tus brazos y una copa de tequila.
Te muerdes los labios resecos Llorona,
por la ausencia de los besos perdidos,
por el exceso de desamor y de olvido,
y por la sal de tus lagrimas que mojan
las tristes canciones de alguien
que se hace llamar José Alfredo.
Tu voz desolada y enérgica
y los caballos sin rienda que son tus ojos
atropellan la figura frágil de Frida
y junto a ella las noches se hacen eternas.
Con tu pasaporte de la isla de Lesbos,
apretujado en tu blusa blanca de lino,
tu fiel compañero de las noches bohemias
que se iluminan con la luna de España.
Chamana de los sabios huicholes,
que curas las almas rotas con notas
de tu voz desolada y el espíritu verde del agave.
Con tanto dolor en tu voz,
las copas son medicina y tú las bebiste todas,
Una a una en cada cantina,
en cada rincón donde hubiera buen tequila.
Finalmente te has ido llorona,
vuelas hacia la libertad eterna
Tu vida de parranda,
de noches continúas ahogadas en tequila
Se terminan en domingo Chavela
y los martes seguirán siendo aburridos.
Tu cuerpo cansado y disminuido
regresa a la tierra que te dio cobijo
No importa si allende el mar
tus ojos vieron la luz primera,
porque los mexicanos nacemos
donde nos da nuestra rechingada gana.