Pienso frecuentemente en la envidia,
yo por suerte, no la tengo a nadie,
pero la veo con demasiada frecuencia,
incluso yo la he sufrido,
de algún amigo, con enorme sorpresa por mi parte.
Me entristecen profundamente las injusticias,
no sólo a mí, sino también a los demás,
la ausencia de meritocracia en las empresas,
el nepotismo , la endogamia y las verdades falsas,
la ausencia de correlación,
tanto lineal como funcional en las categorías,
profesionales, que gane a veces más,
el que menos sabe, trabaja y aporta.
Por suerte, me acuerdo eternamente,
de la gente que me ha fallado,
por supuesto no para vengarme,
pero si para no crearme nunca
esperanzas absurdas o fatuas.
Por ello, adoro profundamente,
a las personas buenas e integras que conozco,
aquellas sin envidias, malas artes,
que aceptan su destino como venga,
sin por ello dejar de luchar e intentar
mejorar aunque sepan que tienen
enormes techos de cristal,
que nunca van a poder superar.