No olvido tu arboleda, tus guitarras…
por donde bien te amaba con sosiego,
de cierto que escapé de las cigarras
me duele que al final quedaste ciego.
Perdiste al degustar sabrosas jarras,
me creíste pueril, yoyó de juego…
Sin juicio mi laurel lo despilfarras,
mas lo apodo en las noches y lo riego.
Laurel que me acaricia cual coloso
en el té, las tortillas y la sopa;
no hay duda que es mi tótem amoroso,
¡El tótem que me cuida y que me arropa,
posar en su capuz de veras oso
y libar todo el verde de su copa!