Sigilosa la noche, desnuda, se asoma
sobre el menguante lunar que le aclama;
allá, dónde el ominoso-fétido aroma
titila silbando sobre el pentagrama.
Entre cráneos y huesos blanquecinos
rodeabame del ritual antigua flama,
con aspecto voluptuoso y mortecino
delineaba el humo pérfida Dama.
Presentose: felina, seductora, procelosa,
y en mi rostro, una mueca un tanto morbosa
mientras caminaba ella hacia el altar...
bajé mi mirada hacia el plateado cuchillo
abriendo mis venas al tiempo que me arrodillo
entre la Luna y la sombra de Ishtar.