Erigen las escuálidas estrellas
La fina luz rasante de la noche
Acoplan su fulgor como doncellas
Cerrando su pestillo como un broche
Arrasan con mi alma y su nociva
Prisión de las escenas de candores
Y quieren liberar en su lasciva
Pasión de los holgados resplandores
Tremenda es mi canción sino mi culpa
Por ver arder los báculos de fuego
Muy vaga es mi alegría, es la pulpa
Que ve como me voy quedando ciego
Quiero salir, lo dije, por las matas
A ver los maremotos en el cielo
Son tantas las sagradas caminatas
Que me hacen respirar el dulce velo
Pisando aquellos grillos del pasado,
Sintiendo su agonía rutilante
Ya no sin esplendor, ya no cansado,
Ya no sin argumentos acechantes
Bebiendo fuerza, de un jardín morado,
Consumiendo todas mis soledades
Tratando de pasar por los alados
Terrenos que nos dan las libertades
En un momento dejando de lado
Todo lo que nos hace más mortales,
La luna me relata un mito armado
En verso, para ahuyentar los males
Me dice: hay una pócima que antaño
Bebían las estrellas pululantes
Y así podían brillar todo el año,
Nocturnas, extrayendo todo el daño
Del alma de los tantos caminantes.