¿Qué sería de mi vida si el astro de albor
visitase mi vitrina de recompensas irreales?
¿Qué diablos masticar si todo lo que me ofrecen
son dientes fracturados, aderezados con malestar de muelas?
¿Cómo separar la ficción de mi alma que muere
Cuando es conocedora de los males propios y ajenos?
¿De qué manera podré volver y decir “lo que es” si vosotros
no me habéis dado un sencillo argumento de bondad?
Kamikaze: vuelo delirante para redimirme
de la discordia; de todos los trastos deteriorados,
para librarme de hombres curtidos, héroes
de una bomba sorpresiva y sumamente mortal,
hombres protectores de sí mismos,
ilustrados seres que residen en el aire hipócrita,
aire desilusionado y nada equitativo.
Kamikaze a secas, navaja de azogue, alfiler
encajado en mis descompuestos intestinos.
La supervivencia no es tan interesante
cuando no tienes nada que perder, nada que ganar,
nada disfrazado que pronunciar o musitar.
Kamikaze, como cernícalo que se sabe desvalijado,
y colmado de pensamientos homéricos.