Samuel Santana

Carta de un soldado

Amor, de esta guerra lo que lacera

mi alma es tu distancia.

Pero tú en mi pecho me resguarda de las

armas forjadas y de la astucia enemiga.

En este campo de desgracia eres oración,

yelmo, escudo, adarga, coraza y

castillo fuerte; alzado y veteado con

zafiro y carbunclo precioso.

¿A quién he de temer si sé

que me espera?

Por ti asaltaré los muros,

rebasaré las trampas, derribaré ejércitos,

tomaré  báculos, ciudades,

me haré del botín y pondré en alto el

resplandor de tu bandera indomable.

De aquí saldré ileso para ir en

pos de tus ojos, del almíbar de tus labios,

de tus manos de seda y

del ébano de tu piel.

La inquietante esperanza del amor

en la alcoba me hace guerrero

fiero en medio del valle de  

muerte y del terror nocturno.

Espérame, amor mío.

Yo a tus pies he de rendir los

honores de esta angustia fastidiosa y

de lo que será todo mi glorioso triunfo.